Tras superar la ignorancia social sobre la parálisis cerebral y formar una familia, ha escrito sus memorias para ayudar a otros
El viernes pasado, en una multitudinaria cena, el Concello de Narón nombró a Elsa Mourelle Muller do ano, una distinción que llega para premiar el esfuerzo de una vida por hacer lo que todo el mundo: estudiar, tener una familia, criar a un hijo y, como tanta gente, buscar un trabajo. La diferencia es que mientras el resto lo hace «a pie», ella desde una silla, debido a una parálisis cerebral que padece de nacimiento y que solo le permite «mover la mano izquierda».
Sin embargo, después de los honores, se abre una nueva etapa y aquí los proyectos son importantes. Entre ellos, que le publiquen «un libro, una pequeña biografía», que lleva desde el 2006 circulando por varias editoriales y por la que ahora el Concello ha mostrado interés.
El fin de Mourelle es el siguiente, «solo decir a la gente que está como yo o peor que vale la pena tirar para adelante». Sin embargo, esas páginas podrían abrir también una brecha en la concepción que socialmente se tiene de la parálisis cerebral, «que la gente cree que es mental y la cabeza es lo que mejor está», ya que afecta a los músculos, no a la materia gris.
A sus 36 años, Mourelle considera que su experiencia puede ayudar a otras personas, aunque también conoce los límites, «quizás para mí ha sido más fácil desenvolverme porque ya nací así, que a otras personas que pierden su movilidad a los veinte años».
La lucha
No obstante, la vida de Elsa ha sido una pequeña lucha. Si «fácil no es para nadie», ella encima tuvo que sufrir la incomprensión que surge de la ceguera social, de no querer escuchar y comprender, y la ignorancia de una época que no está muy lejana. Así fue como «a los quince años, después de haber estado con otras compañeras en un colegio de síndrome de Down, que no era para nosotras, empecé en una academia» en su Coruña natal. El resto fue trabajar y trabajar hasta que se diplomó en relaciones laborales en Ferrol, en el 2001; formó una pareja, «con alguien que es ''normal''» y tuvo a su hijo. Basta hablar de este momento para comprender que «es la mejor etapa de mi vida».
El relato de su vida muestra que incluso cuando tomó la decisión de tener descendencia «tuve que escuchar cosas como: ''¿Pero cómo vas a tenerlo?''». La respuesta fue bastante simple: «¿Y quien eres tú para juzgarme?», dice Elsa.
Sin embargo, también hay momentos positivos. Fue a su llegada a Ferrol, en 1998, «y cuando me pusieron la silla eléctrica, cuando empecé a hacer todo lo que no había hecho nunca».
Lo laboral
Queda encontrar trabajo, cierto. Aquí las aspiraciones de Elsa chocan con la incapacidad de algunos empresarios de poder ver más allá de la silla, «te ven así y olvídate, no te dan la más pequeña oportunidad». Este es quizás el último frente que le queda abierto. Quizás, si la biografía sale adelante, también caigan algunas vendas.
LaVozdeGalicia, 16-3-2008
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